Elias Seixas de Mattos era un camionero de Río de Janeiro en 1980, cuando vivió una experiencia inexplicable. Su informe, junto con el de otros dos amigos, entró en la historia de la ovnilogía brasileña por la riqueza de detalles con que describió las situaciones por las que pasó.
El 25 de septiembre de 1980, Elías y sus acompañantes, a bordo del camión, su primo Roberto Seixas Vieira y su amigo Guaraci de Souza, regresaban de Goiás, donde habían ido a dejar una carga.
Durante el viaje de regreso comenzaron a ocurrir algunos fenómenos extraños, como el parpadeo de los faros del vehículo, aún apagados, y sensaciones de incomodidad y somnolencia.
En el camino, cuando estaban a 100 km de Conceição do Araguaia, en Goiás, una sensación de presión en la nuca, el regreso de las luces intermitentes y la impresión de escuchar una voz, obligaron a Elias a detenerse.
Al bajarse de la camioneta, no se dio cuenta, pero sus compañeros habrían visto un rayo de luz azulada que lo golpeó. Cuando todos estaban fuera de la cabaña, vieron una especie de “incendio forestal” a aproximadamente 1,5 km de distancia y decidieron investigar.
Desde un principio, Alberto sintió mucho miedo y decidió no seguir caminando en esa dirección. Poco después, Elías también se apoderó de él y decidió darse por vencido. Así que los tres regresaron, subieron a la camioneta y siguieron su camino.
Elias Seixas siguió al volante. Guaraci, el otro pasajero, llevaba un sombrero de paja amarrado a una cuerda de nailon que, al parecer sin explicación alguna, fue arrojado por la ventana.
Sin entender lo que pasaba, los tres decidieron parar y bajarse de nuevo de la camioneta y, yendo uno a cada lado del carrito, se encontrarían en la parte trasera del vehículo para sacar el sombrero.
A partir de ese momento, ninguno de ellos recordaba muy bien la secuencia de los hechos, salvo la somnolencia con la que regresaron a la cabina del camión y el hecho de que llegaron a la siguiente parada alrededor de las 4:30h, hora estimada de llegada fue 5 horas antes a las 23:30 horas.
Esta amnesia parcial combinada con los extraños fenómenos ocurridos durante el viaje habría hecho que los tres buscaran ayuda, en un congreso de ufología de la investigadora Irene Granchi.
A partir de ese primer contacto, sus historias, y la de Elías más destacada que las demás, fueron reveladas a través de varias sesiones de hipnosis regresiva a las que fueron sometidos los camioneros.
Según su testimonio, antes de conocer a Guaraní, Elías fue sorprendido por un foco de luz muy fuerte y lo llevaron a una nave.
Dentro de la nave, vio a un ser frente a una serie de palancas. Sentándose, el ser de enormes brazos tenía su codo en su muslo, pero no dobló su torso.
Durante su estancia en la nave, el abducido habría sido sometido a una serie de experimentos. Por un momento, cuando yacía en una especie de cama donde sería estudiado, vio a uno de sus compañeros, quien le habría dado un puñetazo al ser que lo estaba estudiando, según Elias, eran un total de tres seres.
Entre otras pruebas que le habrían hecho a Elias, el secuestrado informó que le implantaron algo en el cráneo y le colocaron un dispositivo en el pecho. Tomaron muestras de sangre y esperma y perforaron agujeros en sus dedos.
Elias dijo que fue llevado a lo que sus captores explicaron como una “base espacial”, ubicada en Marte. Allí vio una serie de seres con cabezas grandes, desproporcionadas con sus cuerpos, y muy pequeños, que parecían estar trabajando.
Elias afirmó estar en lo que parecía ser una calle, cuando habría visto a dos hombres, uno negro y otro blanco, quienes se percató eran siameses, unidos por el brazo. Quería tocarlos pero su captor no se lo permitía.
Luego, el conductor del camión fue llevado a una marquesina, donde vio seres que parecían muñecos de plástico, de apariencia gris, y poco después lo trajeron de regreso a la Tierra.
Entre otras revelaciones hechas durante la hipnosis, Elias dijo que los seres reportaron provenir de una estrella en la constelación de la Osa Menor. Medían 2,10 metros, tenían ojos rasgados horizontalmente de un color brillante y sus ropas parecían una especie de prenda de goma.
Sin la regresión, Elias solo podía recordar salir del camión y volver a estar en la cabina. Él y sus compañeros solo comenzaron a darse cuenta de la extrañeza de los hechos cuando se dieron cuenta de que llegaron 5 horas más tarde de lo esperado a la siguiente parada y usaron muy poco combustible para la distancia recorrida.
El abducido también tenía secuelas físicas, como dolor en los dedos y el hombro. No reconoció a su propia hija cuando llegó a casa. También padeció disfunciones sexuales durante los 4 meses posteriores al encuentro, sin que los médicos pudieran llegar a un diagnóstico.
Elías también quedó con una calcificación en el cráneo que, según los expertos consultados, solo podría existir si se hubiera operado. La marca en el pecho, de haber introducido al parecer un dispositivo, permaneció.
Hasta el día de hoy, Elias presenta su informe en congresos y conferencias, habiéndose convertido en un caso clásico y un rico ejemplo de abducción, ampliamente aceptado por la Ufología brasileña, si bien no existe un estudio en profundidad de sus secuelas por parte de ninguna Universidad, ni extracción de sus supuestos implantes para investigación en laboratorios especializados.
Vea la entrevista de Elias Seixas en el programa Jo Soares, en 1995 (audio en portugués sin subtítulos):